Por Antonio Luis Aguilera
Plaza de «Los Califas» de Córdoba
Comenzamos esta entrada suscribiendo íntegramente el comentario de opinión de Antonio Fuentes Hernández sobre los carteles taurinos, que un año más, rompiendo la tradición, no coinciden con la feria. Lejos quedan los años que los carteles de la feria eran presentados en rueda de prensa y el empresario respondía a las preguntas de los representantes de los medios. Ahora casi no queda feria taurina ni crítica de toros en Córdoba. Son otros tiempos, pero no mejores. Ni un reproche para una gala en el Gran Teatro de la ciudad donde fue presentado un abono con una sola corrida de toros para tres espadas. Eso sí, los medios se hicieron eco de los aplausos de aprobación del público, entre el que figuraba una amplia representación de políticos municipales y autonómicos. Lo dicho: son otros tiempos para la Córdoba taurina.
En la gala estuvo el Delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía, responsable de la designación de los equipos gubernativos, que debería asesorarse sobre la idoneidad de los miembros que nombra, para evitar petardos como los del año pasado, cuando compañeros de su partido fueron nombrados presidentes por haber realizado un curso de especialización, y pensaron que eso de sacar pañuelos de colorines por la barandilla del palco estaba chupado. Lo malo vino cuando interpretaron arbitrariamente las normas por no ser capaces de aguantar la presión de los seguidores de un torero.
Otro sonoro petardo pegaron los equipos que aprobaron la pobre presentación del ganado que se lidió, indigno de una plaza de primera. Sería conveniente cuidar que a «Los Califas» no lleguen corridas que por su escaso trapío no pasarían el reconocimiento en ningún otro coso de su categoría. Y si la empresa las trae, corresponde a la autoridad rechazarlas, imponerse a los taurinos cuando, por aquello de «a perro flaco...», presionan para colar lo que no colarían en ninguna otra plaza de primera. Córdoba no necesita corridas de Pamplona o Madrid, pero sí un ganado de la categoría de su coso, así como equipos gubernativos que sepan estar en su sitio y defender la dignidad de la plaza y los derechos de los que pagan. Nada más.
Las circunstancias profesionales del señor Garzón han cambiado desde su llegada a Córdoba, cuando contagiaba ilusión por gestionar por primera vez una plaza de primera. Galas aparte, que eso es fuego de artificio, ruido y papel de celofán, parece mirar hacia otro lado desde que gestiona bastantes más plazas. Eso al menos evidencia el envoltorio de lujo usado para vender una sola corrida de toros de tres espadas, otra mixta doble XL —matador, rejoneador y novillero— que no hay por donde cogerla, y una novillada «mano a mano» que por la reducción de la feria debería contar con tres aspirantes, dando sitio a novilleros de la tierra como David Fuentes «Bocanegra», Rafael Reyes, José Antonio Alcalde «El Rubio»… ¿No llegó Garzón con la ilusión de levantar a una afición dormida…? Pues ignorando a sus toreros no despierta a nadie. ¿Acaso no podría abrir plaza «Finito de Córdoba» en la única corrida de su tierra ocupando el lugar de un prescindible «Manzanares», cuya presencia solo obedece a mantener relaciones políticamente correctas con el poderoso Matilla?
A los aficionados que siguen en activo, esos que nunca fallan, los que sacan el abono y acuden a la plaza, les ofrece muchas interrogantes este abono. Son pocos, es cierto, pero no tontos. ¿De verdad que la plaza de Córdoba no da para más...?